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Enero 19 de 2004
Fundan cementerio ecol—gico en Texas (E.U.)

All’ se envuelven los cad‡veres en tela para enterrarlos bajo enormes pinos y robles cerca del Lago Livingston, cerca a la ciudad de Houston.

George Russell cree a pies juntillas en eso de que el polvo debe volver al polvo y las cenizas a las cenizas. Por eso considera que la muerte no exige fluidos para embalsamar, ni fŽretros hermŽticos ni urnas de acero.

Esa convicci—n lo ha llevado a ofrecer un tipo distinto de funeral en su Cementerio Familiar ƒtico, el primer 'cementerio verde' de Texas.

"No es maravilloso que mi cuerpo llegue a nutrir este enorme roble y que sus ramas alberguen los nidos de hermosos p‡jaros cantarinos?", pregunt— Russell, de 58 a–os, que planea ser enterrado del mismo modo en el solar familiar privado cerca del cementerio.

"De esa manera uno no muere, porque llega a ser parte del canto de esos p‡jaros, parte del ‡rbol, parte de esa belleza".

El cementerio de 33 hect‡reas de densos bosques a unos 150 kil—metros al norte de Houston denota una tendencia creciente en entierros alternativos que no perjudican el ambiente y permiten la descomposici—n natural del cuerpo.

Los "cementerios verdes" son comunes en el Reino Unido, pero el primero calificado as’ en Estados Unidos se inaugur— en Carolina del Sur en 1996. Le sigui— otro en la Florida, y Russell abri— el suyo en noviembre.

No hay estad’sticas nacionales sobre el nœmero de esos cementerios, pero Billy Campbell, presidente de Memorial Ecosystems en Carolina del Sur, dijo que se proyectan unos cuantos m‡s en distintos puntos del pa’s.

Bob Fells, funcionario de la Asociaci—n Internacional de Cementerios y Pompas Fœnebres, opin— que es dif’cil pronosticar si los cementerios verdes se popularizar‡n.

"No creo que nadie sepa realmente quŽ va a prender en el pœblico... y quŽ tipo de cosas s—lo tienen el sabor ef’mero de lo novedoso", coment—.

Terri Reed, asistenta de investigaciones en el Departamento de Seguridad Interna de Estados Unidos, que vive cerca de Russell, fue la primera persona que compr— un lote en su cementerio.

Reed afirm— que los funerales tradicionales se han tornado muy materialistas. 

"Soy el tipo de persona a quien le desagrada el modo que el Estados Unidos moderno comercializa todo", explic—. "Siempre me interes— la idea de fundirme sencillamente con la tierra, usted sabe, sin todas las monsergas de los funerales de hoy d’a".

Russell tuvo la misma inquietud. Afirm— que quer’a proporcionar a las familias una alternativa conveniente a los funerales, que segœn los expertos de la industria tienen un costo promedio de 5.000 d—lares. Eso excluye un lote funerario, que puede agregar otros miles de d—lares.

Las preocupaciones ecol—gicas m‡s que las financieras motivaron a David Cocke, de 59 a–os, a comprar un lote.

El profesor de qu’mica e ingenier’a civil en Lamar University dice que se opone a las grandes cantidades de agua, pesticidas y herbicidas que se usan para mantener inmaculados los cementerios. Y la cremaci—n, agrega, desperdicia energ’a y contamina el aire.

"No quedan demasiadas alternativas si uno tiene conciencia ecol—gica y quiere contribuir a evitar el peso de la contaminaci—n'', afirm—.

Russell, propietario de una empresa de producci—n de videos educativos, concibi— la idea del cementerio en 1968, cuando viv’a con su esposa en CentroamŽrica.

DespuŽs de ver c—mo los nativos enterraban a sus muertos en el bosque hœmedo, supo que no quer’a pasar la eternidad en un cementerio tradicional.

"Con todo esmero cavan a mano una tumba peque–a, digamos debajo de las ramas de un enorme ‡rbol del que cuelgan orqu’deas y sobre cuyas ramas gorjean los loros'', record—. ``Era como si uno hubiese regresado al Jard’n del EdŽn''.

La idea le rond— durante dŽcadas hasta que descubri— el Lago Livingston y la agreste zona circundante y advirti— que era el lugar perfecto para su cementerio con 248 lotes, cada uno de los cuales puede acomodar hasta 12 cad‡veres.

El terreno se dividi— en lotes en la dŽcada del 70 para establecer una comunidad de descanso y de retiro llamada Waterwood. Pero la mayor’a de la gente que compr— terrenos all’ se qued— sin fondos para construir una casa despuŽs de la depresi—n petrolera en los a–os 80, y la comunidad nunca se desarroll—.

La familia de Russell quer’a preservar Waterwood, de modo que Žl y sus padres compraron 1010 hect‡reas cerca del lago, a unos 15 kil—metros del Bosque Nacional Sam Houston.

Adem‡s del cementerio, han aprovechado el terreno para establecer refugios para cocodrilos y ‡guilas, una reserva de 53 hect‡reas para preservar bosques de pinos y otra de 44 hect‡reas para un bosque de investigaciones.

"Creo que el œnico legado permanente que alguien puede dejar es un aporte a la belleza nacional'', dijo Russell. ``Con este concepto, aun despuŽs de la muerte, en este cementerio, ese hermoso bosque siempre estar‡ all’ para que todos lo disfruten".

Los compradores de los lotes no pueden plantar flores ni cortar ni da–ar ‡rboles.

Cualquiera puede comprar un lote con la donaci—n de cualquier suma que pueda ofrecer a la Universal Ethician Church, una congregaci—n interreligiosa que Russell fund— hace unos a–os. El funeral puede ser casi gratis si eso es lo que desea la familia, asegur—.

Huntsville, Texas (E.U.)
Con  (AP)



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